El Terrorismo del Paro

CARTAS AL DIRECTOR. LA VOZ DE GALICIA (21/8/1980)

Es sorprendentemente doloroso llegar de unas vacaciones y encontrarse de sopetón en la prensa y oír de cristianos de la propia comunidad la terrible noticia: «Nos despiden del trabajo: se habla de que cierran Fenya, Masa, Hispania, Piñón». Lo confieso: me quedé de piedra, anonadado. Yo no soy el despedido ni estoy en riesgo de paro, pero son unos hermanos míos sobre los que cuelga, como una sangrienta espada, esa terrible amenaza.
Pienso en los hermanos parados, y veo que nadie piensa en ese otro terrorismo del paro forzoso, que si no atenta directamente contra la vida, atenta, sí, contra los medios de subsistencia de esa misma vida.
Me diréis que es odiosa la comparación. Me diréis que el paro es un fenómeno socio - económico muy complejo. No lo dudo. Pero, a ver quién me da argumentos convincentes de que ganar para vivir no tiene relación con el vivir.
Debe ser espeluznante apretar el gatillo para disparar contra un hombre. Debe ser espantoso firmar fríamente el cierre de una fábrica y dejar en la calle a unados o cien personas.
La crisis económica, la falta de créditos, la competitividad de los mercados y todos el resto del engranaje de la economía son como los síntomas de la enfermedad de un paciente. Pues, bien, con un enfermo se intentan todos los medios para que se cure y no muera. ¿Acaso cuando se trata de la enfermedad social de una empresa en crisis lo enfrentamos igual para evitar su desmantelamiento y cierre? ¿Basta para tranquilizar la concíenca acogerse a las leyes vigentes? ¿O habrá que intentarlo todo, con el sacrificio de todos?
Los sectores pudientes no acaban de darse cuenta de que ya llegó la hora de poner punto final a sus ganancias exageradas, al fin del despilfarro, a no ver más que las leyes del mercado y no al hombre, a poner fin a sus manipulaciones del poder político. Más de una solución surgiría si se suprimiesen estas premisas.
Yo no sé si digo insensateces. Pero ese hombre es un hermano, el mismo Jesús en ese trance. Yo no sé si sentís vosotros un temible dolor y una indómita rebeldía. Yo sé que debe hacer algo. No soy economista, ni político, ni sindicalista. Pero, hermanos obreros y hermanos patronos, dialogad, reñid, lo que queráis, pero no cerréis las fábricas. Yo no sé qué deciros. Sólo que mis vacaciones se han aguado, porque unos hermanos míos están al borde de unas vacaciones, pero esto sí, terribles y destructoras.

Gabriel Vázquez 
Seijas, párroco de Canido (Ferrol).

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